Arquitectura Wynd

Era lindísima...


Y ahora lo es más. Esta casa de la década de los sesenta, de buen metraje y en forma de L, fue el pretexto perfecto para que al uruguayo Daniel Orsi se le cumplieran todos sus fetiches de diseño. Con la ayuda de Belevé Arquitectos remodelaron, echaron abajo muros que sobraban y aprovecharon su encanto original para una vida funcional y moderna.

Era una lindísima mujer, pero muy mal vestida», así describe esta casa el uruguayo Daniel Orsi, quien vive aquí con su señora y su hija hace dos años. Obsesivo con su trabajo –dedicado al rubro inmobiliario y a la compra, remodelación y venta de casas en barrios de lujo–, y también de ideas fijas, vio en esta casa del año 1968 en Vitacura un lugar para quedarse con su familia.

Su planta en L lo volvió loco, y loco también quedó con la idea de que esta casa fuese ocupada en vidas anteriores, por dueños pasados, otros pasos, materiales de antaño saltaron a sus ojos. Vive en Chile desde 2012, y aunque el fútbol y el rugby lo tiran al celeste de su bandera, se afirmó en este lugar como un árbol echa sus raíces.

Lo que más le gusta a Daniel son los materiales, cómo estos se preparan y evidencian una decoración en sí mismos. Es por ello que eligió el mármol para el piso del hall de entrada, uno sellado a la veta, por lo tanto opaco. Quería que se viera importante, que destacara. Luego el parqué que le sigue es el antiguo de la casa –que pasó por muchos propietarios en su vida–, el original, solo lo pulieron y vitrificaron, y rellenaron algunas partes con madera de demolición. Si pasamos el ojo a la cocina, se destaca un azul potente en los muebles, conjugado con el negro de las vigas metálicas y sin relleno en el cielo, y el celeste de la puerta de entrada de madera de Oregón reforzada. Desniveles, buen metraje y una exacta fluidez entre todos los espacios. La cocina, completamente abierta, se alza a los espacios comunes –living y comedor– de forma espontánea y juguetona; todos las zonas conectadas entre sí: si te paras en el quincho full equipado conversas con alguien en el living mientras otro prepara un trago en la cocina. «Yo tengo una ventaja de ver siempre muchas casas en una zona muy rica para vivir, en una semana veo 15 a 20 casas nuevas o departamentos nuevos. Eso agudiza el ojo y sé perfectamente lo que no me gusta. Y soy obsesivo con lo que me gusta; me gusta que todas estas cosas vayan confluyendo, que la casa tenga ese lado romántico, esa lírica que a veces se olvida. Tenemos pocos elementos decorativos, pero no somos minimalistas, optamos por no tener una casa recargada o barroca», detalla Daniel.

Y así vamos sumando: un enchapado de ladrillo New York en la pared del comedor, manillas de algunas puertas traídas de Italia. El jardín extremadamente cuidado, con una vista espectacular al cerro Manquehue. En él hay acers japónicos, pinos italianos, camelias, un durazno y un cerezo en flor.

La iluminación es un punto que tampoco se dejó al azar, se instalaron cintas led en ciertos lugares estratégicos de la casa, y en general es una luz cálida y bien cuidada. «Que la casa sea pragmática, funcional, además de su lado romántico. La poca decoración también da paso a una buena circulación y aporta a nuestro eje central de diseño –que trabajamos junto a los arquitectos Jaime Bravo y Rodrigo Valenzuela–, que es que todos los espacios estén conectados», termina el uruguayo.

Por Manuela Ovalle
Fotos Fernando Gómez, 
10 oct 2019.

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